sábado, mayo 30, 2009

QUIEN LE TEME A SONIA SÁNCHEZ

las12

Viernes, 22 de Mayo de 2009


“La prostitución es un campo de concentración a cielo abierto”


Por Sonia, Paula, Nancy, Verónica *

La Leona, la Juanita, la Corre Camino, la Padre Nuestro, la Eva eran mujeres prostitutas, putas, que murieron con la esperanza de un futuro libre de violencia y de prostitución.

La Leona tenía 36 años, 5 hijos, 1 nieto. Su sueño era tener un día libre de prostitución, un domingo para quedarse con sus hijos, pero nunca lo pudo hacer. Nunca accedió a un “beneficio” del Gobierno, sus hijos no tenían DNI y ella tampoco. Se murió en el Hospital Rivadavia por falta de dinero para una resonancia magnética. Recién al mes de su muerte enterraron su cuerpo como indigente.

La Corre Camino escondía su soledad, sus miedos y sus penas con el alcohol. Todas las semanas le giraba dinero a su hija que vivía en el interior. Murió totalmente sola en el Hospital Piñeiro. Ni siquiera sabemos qué paso con su cuerpo.

La Padre Nuestro tenía 60 años, era una linda mujer, muy creyente. Un día no apareció más por la zona en la que solía estar. Nos enteramos de que murió en soledad. Tampoco sabemos qué paso con su cuerpo.

Eva tenía 60 años y vivía con vih. Participaba de muchos talleres de prevención del sida, siempre tenía profilácticos en la cartera. Pero nunca podía poner en práctica todo lo que aprendía en los talleres, porque el prostituyente-torturador sabía que era una mujer vulnerable, analfabeta, pobre y vieja que “no podía decir no”.

La Juanita tenía 70 años. La vida de prostituta la hizo mala, egoísta y fiolo. Murió sola en el Hospital Piñeiro. Su cuerpo estuvo un mes en la morgue. Y, ahora, no sabemos dónde está enterrada.

La Lucía tenía vih/sida, se infectó siendo puta. Fue a todas las marchas contra el Código Contravencional porteño, pagaba su afiliación todos los meses a una organización no gubernamental, iba todas las semanas a las monjas del barrio de Flores. Murió sola, en absoluta soledad y pobreza, y la enterraron como indigente.

¿Qué es indigente?, ¿qué es trata?, ¿qué es trabajo?, ¿qué es tortura? ¿qué es femicidio?, ¿qué es zona roja?, ¿qué es plaza?, ¿qué es mujer en situación?, ¿qué es cliente?, ¿qué es empoderamiento? La prostitución, para nosotras, es un campo de concentración a cielo abierto, donde entrás y desaparecés, la tortura es diaria, los penes son picanas, las palabras son latigazos que nos enmudecen.

Las prácticas sexuales torturadoras son para mujeres jóvenes, pero también para mujeres viejas, discapacitadas, niñas, embarazadas. ¿Dónde están estos cuerpos? ¿Qué pasa con ellos? Nos encerraron en cárceles y comisarías y conventos. Nos infectan por sólo 5 pesos de todas las infecciones sexuales que existen. Nos morimos por abortos clandestinos inseguros. Nos entierran como indigentes. Nos asesinan. Desaparecemos. Nuestros cuerpos, nuestras vidas, lo convierten en un mero espacio testimonial que “enriquecen” a las ong que “tratan” el tema.

La prostitución es una práctica constante de femicidio maquillado con un lenguaje que distorsiona, tapa y mantiene los lugares asignados por el patriarcado. La que tiene la palabra, tiene el poder y, de eso, han hecho uso y abuso el feminismo, el patriarcado, los parásitos y fiolo/as de las putas.

El mecanismo de este sistema organizado es un círculo perfecto, desde su lenguaje y cultura, que promueve el femicidio y sostiene la vulnerabilidad de las mujeres, en especial, de las pobres. Nos preguntamos: ¿Qué es el feminismo? ¿Dónde está la nueva generación de feministas? ¿Tienen lenguaje propio? ¿Tiene espacio hoy y aquí? ¿Hay un espacio oxigenado para discutir políticamente el rol nuestro, como mujeres, en esta sociedad, sin etiquetas que prefijan, fijan lugares de privilegios y exclusión?

Como víctimas y sobrevivientes de este sistema proxeneta, ponemos en práctica nuestra memoria y rebeldía, para poner en cuestión la política, la violencia, la democracia, la justicia y el olvido.

* Activistas feministas.

miércoles, mayo 20, 2009

Lorraine Bethel

WHAT CHOU MEAN WE, WHITE GIRL?

Compre un sweater en una venta de usados a
una mujer de piel blanca (lo contrario a anglo-sajona).
Al vestirme con el me golpea el olor – hiede a una suave,
privilegiada vida sin estres, transpiración o lucha. Al
vestirme con el con frecuencia pienso para mi, este sweater
huele a un confort, a una forma de ser en el mundo que
nunca conocí en mi vida, y nunca conoceré. Es el mismo
sentimiento que experimento cuando paso por las grandes
tiendas Bonwit Teller mirando a mujeres de piel blanca comprando
baratijas que cuestan lo suficiente como para mantener
a la anciana mujer negra que opera el elevador, que está parada
todo el día llevándolas arriba y abajo, por el resto de su vida.
Son momentos/ infinitos de dolor conciente como este que
hacen que quiera llorar/matar/girar mis ojos apretar mis dientes
la mano en mi cadera gritar a las llamadas lesbianas/feministas radicales blancas
“QUE DECIS NOSOTRAS, CHICA BLANCA?”